ERJALES. LOS ÚLTIMOS NÓMADAS

Lleva tres días lloviendo a ratos, estamos incomunicados, felices y llenos de barro. 
El arroyo es ahora torrente poderoso, insalvable, el cielo, es otro. 
La lluvia  será causa directa de animales gordos y gente feliz.   Ayer un brazo del arroyo que siempre anda seco dio el primer aviso, los vecinos se enteraron bastante antes de que ocurriese y avisaron, caminé por la empapada y resbaladiza ladera hacia el lugar donde los dos cauces se unen, los gritos de la gente repitiendo la misma palabra se esparcían por el palmeral, "crecida, crecida!!"...

 Hoy al mediodía llegó la inundación del cauce principal, no estaba lloviendo, nada indicaba que fuese a ocurrir, incluso unos minutos antes había estado recorriéndolo siguiendo las frescas y profundas huellas de un gran jabalí, regresé a casa y fue entonces un ruido atronador el que nos avisó que algo ocurría, me asomé justo a tiempo para llegar a ver la venida de la crecida, fue impresionante, una cosa es que te la cuenten y otra es vivirlo, un gran torrente de agua, barro y piedras nos ha dejado incomunicados subiendo el arroyo de nivel un par de metros.
 Este agua es esperada desde hace muchos meses e inundará todos los ma´ader y todas las tierras de cultivos de diferentes oasis hasta su disolución en el océano.
 Dará un respiro y pondrá en movimiento a la gente que todavía sigue los pastos viviendo en las tiendas, no muchos, en este principio de siglo XXI, en la que la mayor parte de la gente de tribus no hace demasiado, apenas una generación, predominantemente nómadas o seminómadas, hoy, por diversos factores, se sedenterizaron o emigraron.
 No es debido, a mi parecer, al poderoso influjo de la vida moderna por lo que estas gentes están cambiando de vida, al menos no es ese el único origen de su cambio, porque habrá quien quiera cambiar y quien no quiera hacerlo, el problema es que el sistema de vida tradicional, basado en el pastoreo y la caza, además de una agricultura estacional, no se mantiene, es imposible e impracticable incluso para el que lo deseé firmemente. 
Aquel nómada que decida vivir, como siempre vivió su familia durante siglos, en la naturaleza, las va a pasar canutas, aún más que sus padres y abuelos.
 La ecuación es simple : no llueve, no hay pastos, no hay comida. Así no hay quien viva.
 Se les puede poner escuelas para sus niños en los lugares más frecuentados, se les puede ofrecer acceso a la sanidad, pero sino llueve todo será en vano.
 Recuerdo una vez en plena caminata con el abuelo Abdelhai por el Arruy, valle donde pasó gran parte de su vida, bastante alejado de cualquier población. Allí casi siempre comían carne de gacela o de muflón, sus cabras y camellos tenían leche, allí llegó a cultivar una pequeña huerta que el mismo regaba con la deliciosa agua del anó Ifrí, pozo antes casi a ras de superficie, y plantó unas pocas palmeras que aún siguen allí, más fuertes y más altas, pegadas al pozo.
 Caminaba junto a él, intentaba llevar su ritmo, hecho con paso corto y rápido cuando se quedó parado y señalando con la mano un árbol algo lejano dijo:
- Bajo aquella omarad (1nació L´Bachir... 

El paisaje era abrumador, sin duda alguien que naciera allí, sería desde sus primeros instantes de vida, un superviviente.
 Hoy el Bachir tiene treinta y pocos años y vive en Marrakech. Siempre creí que era una pena, una desgracia, que L´Bachir, íntimo amigo mío y de mi misma edad, cambiara la vida que su familia, durante siglos, había llevado en la montaña.
 Siempre lo creí hasta que en mis dos últimos viajes lo visité.
 Ahora tengo dudas y ya no sé que pensar, me explico.
 L´Bachir vive en Marrakech, en el popular barrio de Aín Itti, junto a su mujer, antes vecina suya. Ella pasó su vida en la montaña, desde bien pequeñita, de pastora, hasta su boda con L´Bachir. A él le esperaba el mismo destino, pero fue siendo él un niño cuando su familia dejó de vivir de manera permanente en la tienda y se construyó una casa cerca del río para pasar allí las malas y cada vez más frecuentes temporadas de sequía.
 Fue cuando pisó la escuela por primera vez. Antes ya algún talb había dicho que este chico tenía buena cabeza, aprendía muy rápido el Corán, que era muy listo, y al llegar a la escuela los comentarios se repitieron.
 Se decidió lo siguiente: él sería en la familia el único que estudiaría, los demás tendrían que sacrificarse y trabajar, hacía verdadera falta. Se obró el milagro y así L´Bachir estudió una carrera, la sacó bien y penetró en el mundo laboral marroquí.
Pero si la vida de estudiante fue dura después fue peor, muchos años de increíbles peripecias, en los que se incluyen, hambre, "destierros" saharianos, meses y meses de sueldo que nunca llegan, puestos a los que se accede mediante el embargo de tu  nómina por parte de tu jefe, condiciones laborales bárbaras, vamos, penuria a tope, para al final conseguir un puesto de funcionario en la gran ciudad con un sueldo de unos 320 euros mensuales, que desde luego, no es de los más bajos en Marruecos.
 Vive en un espacio que ocupa la planta baja en el interior de un portal. No tiene ventana alguna ni respiradero, tiene agua y luz, y con el tiempo ha comprado una tele, un dvd, una nevera, dos habitaciones, un ruido diurno brutal debido a unos talleres vecinos y una pequeña moto para ir a trabajar.
 Su mujer se alegra de no tener que estar tan aburrida todos los días con las cabras, de no tener que subir el agua con cubos a la casa por una cuesta de impresión, de no tener que realizar duras y constantes tareas domésticas y sobretodo, de no tener que estar bajo el férreo mandato de la suegra, como le ocurrió durante los años en los que estuvo casada pero separada de su marido mientras éste no pudo mantenerla y le tocó vivir en la casa de la familia de él.
 Pero ¿y él? ¿cabe preguntarse si hubiera sido más feliz si se hubiese quedado de pastor como todos sus antepasados?
 Pues eso es una cosa que no podemos saber, ¿qué hubiera pasado sí...? es como un laberinto con muchas entradas y salidas, aquí lo importante, según mi opinión, es que L´Bachir por mucho que hubiera querido llevar una vida en la montaña, no hubiera podido hacerlo, sobretodo y más que ninguna otra cosa, porque no llueve, lo que fue un hábitat presahariano con lluvias anuales más o menos recurrentes ha cambiado a un hábitat sahariano puro y duro.
 Años y años sin caer ni gota o lloviendo de manera insuficiente.
 No nos puede saber mal el cambio cuando no les queda más remedio.
 No ha habido opción, nos puede saber mal esa falta de opción pero no que hayan cambiado su vida, que cada vez halla menos tiendas acampando en los valles, que todo eso se vaya al carajo, o eso o se mueren, como sentencia otro buen amigo mío : allí no hay nada.
 Yo quiero que vivan, y además que vivan bien, lo primero es L´Bachir y su mujer, que su hijo no nazca bajo una acacia y lo haga en la sala de partos de un hospital es mucho menos romántico a nuestra vista, desde luego, pero lo que de verdad interesa es que el niño crezca bien sean felices y coman perdices.
 Y al final, creo que la cuestión que debemos hacernos es, a nosotros, como madres y padres, ¿dónde nos gustaría que nacieran nuestros hijos?. ¿Y dónde nos gustaría que creciera bajo una acacia o frente a la consola de videojuegos?
La combinación, el mestizaje de varios tipos de vida es, según mi opinión, posible.
 Cuando se habla de que el problema es que no llueve, la información dada no es exacta, el problema es la falta de agua, consecuencia de que no llueva, pero el agua no solo está sobre nuestras cabezas también está bajo nuestros pies, con los medios modernos es perfectamente alcanzable. Con ella casi todo crece, la tierra es buena.
 Pequeñas bombas de color verde, granjas de gente que invirtió en un pozo, pequeños paraísos terrenales surgen dispersos por este desierto.
 Ellas mismas son la prueba de su viabilidad, no económica de acuerdo, pero si alimentaria.
 Sólo hace falta dinero, querer hacerlo y ponerse manos a la obra.


 1 Omarad : tahla, acacia