ASPECTOS PRÁCTICOS, EN BURRO POR EL DESIERTO


 En el anterior post me quedé con el burro en lo alto de uno de los pliegues de la jebel Bani, en el sur de Marruecos, en una zona poco conocida para la mayoría, antiguas tierras fronterizas con el antiguo Sahara español, frontera natural del árgan con la acacia, y frontera lingüística del bereber con el hassania.
 Es mediodía, voy solo,  llevo puesto un turbante que intenta protegerme de un sol despiadado, a mi alrededor un glorioso, duro y montañoso Sahara. 

El silencio lo llena todo, y sólo es interrumpido por el ulular del viento, el zumbido de las moscas y el latir del pulso en mis sienes.
 Del valle que tengo ante mí no tengo ni idea. Sé que se llama Meit. Y que no hay pueblos. Tengo un dibujito a modo de mapa con algunos pozos. Del siguiente valle aún sé menos, se llama Tissimi, sólo me dijeron que allí no hay pozos. Ni gota de agua.



Más allá el Oussimi, la tumba santa de Sidi Salah, y si siguiera, a no más de 150 kms. los campamentos de refugiados de Tindouf, y si pasáramos éste, es posible no volver a encontrar otra ciudad hasta Níger, Malí, etc.
 Llevo una botella de dos litros de agua. Es invierno. En el desierto, el invierno se distingue del verano porque en invierno pasas mucha calor y en verano te cueces, te achicharras. Literalmente.
 Si en España  sólo existe calor, mucho calor o un calor que te cagas, aquí, es increíble la cantidad de sutiles diferencias todas ellas englobadas en lo que nosotros simplemente llamaríamos el infierno. Es como eso que dicen que los esquimales tienen nosecuantos nombres para el hielo y la nieve pero aquí aplicado al calor.
 Otra cosa son las noches. Un soriano es capaz de helarse.
No llevo mapa. No llevo tienda de campaña. No llevo chaqueta. No llevo cuchillo.
 ¿Estoy un poco zumbado? Quizá, al menos lo suficiente para no acabar estándolo del todo…
 Pero me temo que tú, que has tenido el valor de seguir leyendo hasta aquí, tampoco debes estar muy bien de lo tuyo, así que sigamos adelante…
 Me explicaré, no he tomado un avión, no he comprado un burro y no me he metido fuera de pistas por el desierto sin tener ni puñetera idea.
 Hay extranjeros que si lo hicieron. A algunos les fue bien y a otros no tanto.
 Es famosa la historia de un japonés que compró un camello y se lanzó al desierto. Lo encontraron tiempo después momificado. A él y al camello. Más secos que tu cazadora de cuero de los años ochenta.
 A mí no es que no me pueda pasar.
 Algún día podría ser.
 Perderme en el desierto o cualquier otra cosa.

 

  Se trata de eso que se dice siempre de que también podría pasarte al lado de casa.
 Puedo pelear con todas mis fuerzas para que no pase, o abandonarme, pero ahí estará.
 Sólo el movimiento es eterno, es el dolor y la alegría, -dejó escrito Naguib Mahfuz-, ¿si algo pudiese perdurar eternamente porqué se sucederían las estaciones? cuando reverdecen de nuevo las hojas y madura el fruto, se borran del recuerdo las quemaduras del frio y el estruendo del invierno.
 Pero es que veinticinco siglos antes ya estaba claro, sólo el cambio es eterno, susurraba Heráclito, en una Grecia que no quería escucharle y miraba al  lógico Aristóteles.
 Así nos fue.
 Aunque algunos rockeros lo entendieron.




 Incluso a finales de la década de los 80, en las costas valencianas, un Chimo Bayo aún indómito, local y sin comercializar, daba en el clavo y proclamaba la única cosa que realmente parece cierta, la única verdad verdadera, enlazando con áquellos poetas griegos, con aquellos escritores árabes, con una no cuadriculada doctrina oriental.
 Él decía:
-¡ESTO SE MUEVE!
 Y tenía razón.
 Todos lo sentíamos, y, sumándonos al movimiento universal, -espacial y temporal- danzábamos como si nos fuera la vida en ello, durante horas, durante días y noches, en una meditación involuntaria, como los derviches más devotos, con el mismo fervor que indígenas al son de los tambores, cómo sufíes empeñados en bailar, sin pretensiones, sin porqués, sin preocupaciones, sin pasado ni futuro. 
 Literalmente nos abandonábamos en brazos del movimiento.
 La cosa fue degenerando...bastante.
 Y pasaron los años.
 ¿Y al final que tenemos? Atención, ¿esto?:

Subelé el volumen del tacata
Mueve tu culito tacata
También el pechito tacata
Que empiece la fiesta tacata

Ta, ta, tacata
Dale mamacita con tu tacata
Dale mamacita tacata
Dale mamacita con tu tacata
Dale mamacita tacata

Hazte tacata que te gusta a ti mami.
Ta, ta, tacata ah...
Tacata bro!

¿Cuándo comenzó a ser todo de serie b? ¿En qué momento empezó la oda al mal gusto?¿Cuándo nos extravíamos? ¿Y ahora quién le da la vuelta a todo?
 Aunque en realidad qué importa, el movimiento también diluye, transforma lo malo, y se lleva hasta el absurdo.
 Cosas más difíciles se han visto; este desierto fue sabana, y antes selva, y antes mar. Hasta las cumbres más altas y más jóvenes acabarán desgastadas y redondeadas…
 Impermanencia, cambio, transición, falta de sentido, no hay un porqué, la misma pregunta es ridícula.
 Esa podría ser la poesía. 
 No hay ningún porqué, no existe ningún sentido, solo bailar, avanzar por este desierto marrón y amarillo.
 Aún así tomo precauciones, tengo hace años una casa en el oasis más cercano, el burro es mío, hablo lo suficiente el idioma de aquí para que me entiendan lo necesario, he tenido bueno y locales maestros, y tengo los músculos de las piernas duros como tablas de  madera de patearme montañas vecinas a éstas. 



También –magia de la literatura- soy bastantes años más joven de lo que seré cuando tú leas esto
 La zona en la que me adentro en esta crónica es nueva y desconocida para mí pero intento ir lo más sobre seguro posible. Hay varias maneras de hacerlo.
 1 Nunca intento adentrarme más de lo que necesitaría para lograr volver a mi anterior aguada en el caso de que algo fuera mal, por ejemplo no encontrar el siguiente pozo o que ese pozo este seco. Tengo que tener lo suficiente de todo –agua y fuerzas- para poder regresar hasta el anterior punto de agua. Sí  o sí.
 2 Llevo un cubo con 70m. de cuerda fina. La mayoría de los pozos suelen ser un agujero en la tierra, es ridículo pensar el ellos como los típicos pozos españoles con el brocal, la polea y el cubo.
 Y la verdad, a uno se le queda una cara cuando echas el cubo y no alcanzas un agua que está 40 m. por debajo de ti…

El sofoco no es menor.
3 Pongo mucha atención al terreno, en no desorientarme en líneas generales y en saber la mayor cantidad de nombres de lo que tengo por delante, especialmente de pozos y de senderos. Y saber más o menos por dónde andan. Por aquello de tener varias opciones. Además siempre me aprendo el paisaje que dejo a mi espalda, por si tengo que volver por el mismo sitio, y ya se sabe que es diferente  a la vuelta que a la ida, la forma de las montañas y de los pasos cambian dependiendo en que sentido se viaje.


 Todos y repito, todos los barrancos, senderos, pistas, pozos, montañas,  hasta la más insignificante colina, el más anodino accidente geográfico de los miles y miles kilómetros del desierto del Sahara, todos, tiene su nombre. Y además me sirve de que hablar con los pocos habitantes locales que me encuentro.
4 Ahora, desde hace poco, hay móvil, y en muchas zonas cobertura, pero antes había espejito, y aún se usa. Un destello, o una serie de destellos pueden verse desde muy lejos. Cualquier habitante del desierto lleva uno. Una torcedura de tobillo, cualquier otro problema que  te inmovilice y podrás lanzar un sos a mucha distancia.
 Cualquiera lo verá y sabrá que quieres algo, porque si un valle mide, por ejemplo, 50 kms, de largo por 15 de ancho y en el  viven, pongamos por caso, tres familias, en total unas 30 personas, es seguro que nos verán, nos verán sin usar el espejo ni nada, nos verán desde que entramos al valle hasta que salimos. No sólo nos  verán, sino que también sabrán que somos un extranjero. Sé preguntarán que estas haciendo allí pero te tratarán muy bien, les dirás que viajando pero ellos, al verte solo, con burro y hablando tachelhit, lo más seguro es que crean que buscas oro y tesoros. En estas tierras, además de vista de águila, todos tienen prismáticos. Y no hay tele.
5 Por supuesto le digo a alguien cercano donde voy más o menos. Aunque esto no me asegura una demasiada rápida ayuda, pues aquí ya se sabe que el tiempo se mide de otra manera y se sabe que uno puede salir de casa y quedarse a dormir en casa de alguien sin haberlo planeado  y sin avisar a nadie. Podrían pasar varios días.
6 También me vuelvo, místico, fatalista, religioso, chamánico y  lo que haga falta, cualquier ayuda es poca. Esto es el desierto, el laicismo me lo dejo en casa. Es mejor no resistirse y abandonarse a lo Supremo.
7 Y si todo esto falla, llevo un colgante de esos tipo marine, con una placa en la que pone mi nombre y un teléfono, para que al menos sepan quien soy cuando me encuentren disecado.
 Un antiguo, práctico y esperanzador regalo de mis padres:
-Toma hijo, porque sabemos que un día volverás en una caja.
 Y es que ellos siempre fueron muy optimistas.



Sí después de estos consejos sigues sin sentirte preparado/a para un viaje de este tipo pero aún así deseas hacerlo, hay otra manera aún más fácil y con la que no tendrás que preocuparte de nada.
 Existen muchas otras zonas de Marruecos donde todo está preparado para el caminante o el jinete. Extensas zonas de grandes y fantásticas montañas donde cada pueblo cuenta con una gite d´etape donde podrás dormir, cenar y desayunar en valles con manantiales donde no tendrás que preocuparte en exceso por el agua. Y si quieres, podrás contratar simpáticos guías y alquilar resistentes burros. Hay zonas poco turísticas en las que contratar lo dicho en este párrafo sigue saliendo barato. Por menos de lo que pagas por un día de alquiler de coche en España todo junto.
 Pero volvamos a esta zona, a este paso de montaña, al sendero, en este caso llamado agarass Mensugart.
 Es mediodía, hace calor, he comido en lo alto, no hice té, llevo en la boca la sequedad del ambiente y el picor de las sardinas con chile.
 Desciendo, me adentro algo en el llano, me vuelvo hacia las montañas cruzadas y con gran asombro compruebo que el sendero ha desaparecido, no se ve la agarass, todo el camino por dónde he bajado es invisible desde aquí.
 La montaña también me parece otra, casi irreconocible, hasta que descubro la forma de la hendidura que hay en la cima por donde la atravesé, con mucho esfuerzo consigo localizar el mensugart y una tenue línea blanquecina e intermitente que parece que es el sendero por donde bajé.
 Decido volverme a ver el camino de vuelta más a menudo, y tomar fotografías mentales de referencias, normalmente las grandes formas de las cimas de las montañas o de otras cosas que puedan destacar se miren por dónde se miren.
 El paisaje es grandioso, muy variado, igual atravieso extensiones de tierra pura sin la mas mínima piedra, como paso, a veces abruptamente, a pedregales dónde parece no haber ni un sólo gramo de tierra. Hay manchas de arena de hermosos colores metálicos, traída por el viento desde lejanas zonas de dunas, y filones minerales ennegrecidos que afloran a la superficie en formas que incitan a la imaginación.
 Aquí están todos los colores minerales imaginables, y cauces secos de arroyos donde crecen los arganes formando rincones que con agua, serían idílicos -aunque a mí personalmente sin agua también me lo parecen-, no cuesta casi nada imaginarse esta llanura, en otros tiempos más húmedos, llena de los grandes animales que aparecen en los numerosos grabados rupestres de la zona. Y de épocas más recientes, o tal vez no, se pueden encontrar numerosos restos de cerámica y muchos círculos de piedras en cuyo interior se han plantado alguna vez las tiendas, hay lugares en dónde cuento hasta treinta o cuarenta círculos, antiguos grandes campamentos de erjales, que es, castellanizado, como se llama al "nómada", al habitante campestre de estas tierras.
 De estas tierras curativas. Porque Marruecos tiene mucho de terapéutico. En general viajar conlleva una labor sanadora implícita pero algunos países son más eficientes que otros.
 Marruecos es para el viajero occidental como una medicina,  una especie de super-prozac-afrodisiaco-reconstituyente-opiáceo.
 Un éxtasis sin bajón, sin química, a lo Santa Teresa.
 Una cura de humildad.
 Una tierra de profundos orgasmos espirituales. 
Y hasta una posibilidad de acercamiento a lo divino para el escarmentado por la religión.
 Un descubrimiento que mueve los cimientos vitales, en algunos casos…
 Y no hay que hacer nada especial, sólo venir aquí y no ser demasiado obtuso.
  Moverse y dejar que fluya.
  Ouuuummmmm


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