El acoso al que se somete a alguien que llegue
solo y quiera seguir estándolo durante la visita a las pirámides es tan
importante e implacable que uno debe estar curtido en diez mil batallas con
diez mil pesados de las diversas índoles para conseguir que esto no se
convierta en un imposible absoluto. Y además debe saber que si lo consigue a
base de terquedad, estoicismo, mano izquierda y una paciencia que debe rozar lo
sobrenatural, no saldrá indemne de la lucha, sino que acabará cansado,
magullado y con la sensación de que por esta única vez, debía haberse dejado
acompañar del primero de los plastas que tal vez y con un poco de suerte le hubiera
ayudado a librarse de los otros, de los muchos, otros.
La situación económica y la huida en estampada
y desaparición del turismo tras la revolución del Veinticinco de Enero y el
derrocamiento del hasta entonces todopoderoso Hosni Mubarak hace ahora tres
meses, no contribuye a mejorar este aspecto para el visitante o turista, ya que
las bocas que deben mamar de la teta del turismo son las mismas en número,
siendo muchos menos los que deben contribuir a alimentar la vaca.
La tan cacareada primavera árabe encanta a los
occidentales europeos pero, eso sí, desde el sofá de su casa. Para mover su
culo y seguir visitando estas maravillas, no hay nada como un buen dictador
bien cabrón que proporcione la suficiente seguridad para el rubio y la rubia
sonrosados de cámara en mano y pantalones cortos. Deben pensar así pues apenas
vienen. Es un momento muy interesante, no hay más peligro ahora que antes, las
pirámides son las mismas, pero pocos se atreven.
Los guías, camelleros, alquiladores de coches
de caballos, vendedores de souvenirs y demás especies dedicadas al turismo,
van, los pobres, desesperados, perdiendo el culo detrás de los escasos
turistas.
-¿De donde es?
-Español
-Hola, hola, cocacola, ey mister suba a mi
asno.
-No, prefiero ir andando.
- Oh no, son mas de treinta
kilómetros de recorrido a pie, pronto empezará a hacer calor, ¡podría hasta
morir!
Ya en la puerta de entrada la
misma policía te advierte que no estás obligado a contratar ningún servicio.
Pero algunos, los más avezados, esperan antes controlando
la larga avenida que lleva a las pirámides. La técnica es la siguiente, acechar
todos los autobuses y minibuses hasta descubrir al turista dentro de uno de
ellos, subir inocentemente al vehículo y sentarse lo más cerca de uno que se
pueda, ser simpático y soltar una parrafada que haga ganarse la confianza del
inocentón de turno, por ejemplo, me llamo tal, soy estudiante y voy camino de
tal universidad, te da cháchara, se hace amiguete y en el último momento, han
de arriesgarlo todo echando el lazo ofreciéndote un paquete que incluye entrada
y recorrido en camello. Si su trabajo durante el trayecto ha sido bueno, es
difícil deshacerse de tan encantadora compañía sin parecer un grosero.
Una vez en la puerta llega la segunda horda,
las técnicas empleadas aquí son múltiples y parecidas a otras grandes
concentraciones del turismo. Desde el simpático hasta el agresivo, pasando por
el compresivo, el que quiere ser tu nuevo gran amigo, o el que quiere que te
mueras de lástima por él y por toda su familia, tanto ascendente como
descendiente. Has de ser firme y decidido, sin ser descortés, para librarte de
momento de los más pesados. Y digo de momento porque los más insistentes, se lanzarán sobre uno a
lo largo del recorrido en variados momentos del día. Alguno una y otra vez. Son
inofensivos pero cansinos.
Los que más éxito tienen son los que llamo los
graciosos, éstos utilizan las mismas maneras que utilizamos los vendedores en
los mercados callejeros de España, o sea, decir chorradas que hagan mella en
los turistas, les arranquen una sonrisa y los predispongan a soltar el parné.
Un señor con turbante naranja decía:
-¡Bienvenidos a Alaska!
-¡Mi camello se llama Charles
Bronson!
Otros menos ocurrentes se lo curran menos y
dicen siempre lo mismo dependiendo de tu nacionalidad, en nuestro caso, repiten
el cansino hola hola cocacola que no veas como aburre la vigésimo quinta vez
que lo has escuchado durante las últimas tres horas. En todo caso hasta esto
debe funcionar muy bien, pues si no, ni lo usarían.
Otros te cuentan la realidad.
-Es nuestro negocio
-Lo siento pero, ¿qué quiere que yo haga?
-Es que tengo diez hijos
-Pues mire, les deseo lo mejor, ojalá vengan a
miles como antes, y pueda ganar mucho para ellos pero ¿qué puedo hacer yo?
Sigo andando hacia la gran pirámide, el sol
aprieta fuerte. Se me acerca un policía.
-¿De donde es usted?
-Español
-Hola, hola, cocacola.
-Sí, jeje, qué gracioso.
-¿Real Madrid o Barcelona?
- Yo del Valencia, de toda la
vida
-¿Casado?¿Tiene hijos?¿Cómo
se llaman?
Se lo digo
-Verá, hace meses que no nos
pagan a los policías, tenemos hambre, ¿podría darme un dólar?
En contraposición a todo esto y para ser más
justo, debo decir que en resto de El Cairo hay numerosos egipcios que te ayudan
en todo lo que pueden sin esperar nada a cambio, y a veces sin esperar tan
siquiera a que tu solicites su ayuda. La inmensa mayoría son educados, amables,
bromistas y les encanta el cachondeo. Hubo una chica que me escribió en un
papel la sucesión de microbuses que tenía que coger para llegar hasta aquí,
tanto en árabe como en caracteres latinos, otros me han llevado de la mano de
unos a otros. Uno se siente realmente bien entre ellos.
Todo esto, eso sí, se termina al llegar a las
pirámides. Por nuestra culpa, sin duda. Ellos son los mismos. Y otra vez más, el
turismo como continua cagada, como plaga devastadora del comportamiento
natural.
Empiezo mi visita a las pirámides acercándome
a la más pequeña, no sé qué decir, no es fácil escribir sobre las pirámides
después de tanto cómo se ha escrito y de tanto documental emitido. Es fácil
caer en los tópicos y aburrir, tan fácil como escorarse hacia el sentido
contrario y parecer un capullo insensible. Si nos ceñimos a los topicazos
podemos decir algo así como que tienen
una altura considerable, o, son más
altas de lo que parecen en televisión o peor aún, nosecuantos miles de años nos contemplan, o, frase verdaderamente
recurrida en todo el territorio egipcio y citando a Paul Theroux, no entiendo cómo demonios pudieron poner eso
ahí. También me parece ridículo a estas alturas usar adjetivos tipo impresionante,
acojonante, etc. En cambio si uno quiere quedar como un mentecato puede
comentar cosas como me parece una putada tanto trabajo, tanto esfuerzo, tanto
tiempo, tanto muerto, para ser enterrado y al final ser profanado, expoliado y
expuesto en una urna en un museo. En realidad, qué comentario hacer cuando eres
el turista ochocientos millones doscientos cincuenta mil novecientos noventa y
cuatro, de los que aproximadamente la mitad publicó sobre su visita a las
pirámides o algo sobre la egiptología. Y también, ¿qué foto hacer? ¿Acaso va a
superar las ya editadas? Claro, es imposible evitar hacerse la típica foto
egocéntrica de uno mismo posando delante de las pirámides que luego servirá
para enseñar a familia y amigos y chulear del viaje, es casi imposible no hacerla,
si alguien lo consigue o no es del todo humano o corre horchata por sus venas,
y le felicito por su heroísmo.
Si el turista o viajero deseoso de escribir
sobre su visita y recorrido pudiera quedarse un rato medianamente solo, en
alguna especie de mínimo recogimiento, tal vez podría buscarse un registro
personal que expresase una opinión propia sobre las pirámides y las sensaciones
que le suscitan pero el cansancio de tener que soportar educadamente a los
camelleros sin acordarse de la madre que los parió, no predispone, ciertamente,
a hacer un relato justo e imparcial. Sintiéndolo mucho a mí me gusta mucho más
El Cairo y los cairotas en sí que las pirámides con sus policías por todas
partes, sus autobuses recorriéndolo todo y sus polvaredas, sus tanquetas militares,
sus guiris chorreantes de cremas de protección solar en pantalón corto, sus
camelleros, sus jinetes alquiladores de caballos, sus chillones adolescentes
árabes con sus móviles a toda castaña emitiendo horrorosas melodías hip hop
hortera.
Incluso la frase he llegado tarde un par de siglos ya la habrá dicho alguien alguna vez.
Después de visitar la abarrotada
esfinge, la cual me recordó a la hora punta del recreo del patio de mi colegio
de mediados de los setenta, me marcho derrotado a las tres y media de la tarde.
Repito que creo que hubiera sido mejor opción pagar y hacer el chorra encima de
cualquier camello viejo que tratar de hacer lo que he hecho, quizá así hubiera
evitado el acoso. Petra en Jordania y en mayor medida las pirámides de El Cairo
han sido mis dos pinchazos en este viaje, así que si crees que puedes ser más o
menos como yo, si te las saltas no pasa nada, si decides ir a París y no ver la Torre Eiffel o recorrer la India sin visitar el Taj
Mahal, no hay problema, no te cortes, tal vez salgas ganando, y en todo caso,
el mundo seguirá girando de todas maneras.
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