¿Por qué me resulta tan coñazo y aburrido el
tener que escribir sobre un sitio tan bello y tan clásico?
Se me ocurren varías razones posibles, la
primera que se me ocurre es que soy un ignorante, y desde luego que lo soy,
pero esta razón sería válida si los ignorantes no escribiesen sobre cosas que
no saben.
En general no suele ser así si no más bien
todo lo contrario.
Podría coger un par de buenos libros, acudir a
Internet y lo que sacara mezclarlo con mis notas hechas en el lugar. Daría el
pego, y con un poco de gracia no quedaría mal.
Es entonces cuando se me ocurre la segunda
razón, soy un vago, en ella estoy algo más cerca de la verdad, lo soy, pero no
debo serlo de un modo absoluto porque si no, no escribiría de ninguna de las
maneras, y es probable que estuviera en el sofá de casa viendo Tele 5.
Tercera razón, soy egocéntrico, y lo soy, me
gusta escribir sobre lo que me da la gana cuando me da la gana. Ya me voy acercando
al por que.
Cuarta razón, soy inseguro, por lo que debo
tener miedo a que mi descripción quede a la altura del betún comparada con las
demás existentes. Vaya, qué duro es descubrir las verdades, es como descender
por una alcantarilla en la que vas llenándote de mierda cada vez más. Pero es “mi”
alcantarilla al fin y al cabo. Y encima posesivo. Peor todavía, yo soy la
alcantarilla y la alcantarilla soy yo. Somos uno.
Mala, muy mala introducción a la belleza y
grandiosidad de Palmira.
Como soy vago, ignorante, inseguro y
egocéntrico transcribo literalmente mi bloc de notas y me quito el marrón de
encima.
Palmira sin palabras, no hay adjetivos, es
fabulosa –fabulosa parece un calificativo trasnochado, ya nadie lo usa, pero
está en las notas y tengo que ponerlo, además realmente lo es- Dios mío, y lo
que tuvo que ser, lo que tuvo que representar en otra época, porque hay que
situarla en aquel contexto, venir del profundo desierto y encontrarse con esto,
la maravilla de las maravillas, una obra de arte refinada y colosal, el no va
más.
Recorro también el valle de la tumbas, escalo
por detrás de la más grande de todas para ver lo que hay dentro. Son cuatro
pisos repletos de nichos, es sobrecogedor, absolutamente increíble, indagar,
investigar sobre el valle de las tumbas, parece más antiguo que las ruinas de
las columnas, hay decenas y decenas, dios.
Jalonando las montañas hay bancales, todo esto
fue más fértil.
Entre unas rocas encuentro unos papeles
rotos, están en español. Hablan de que la prosperidad de Palmira fue debida al
dátil. Y una leche, el palmeral estando bien, y no siendo pequeño tampoco es
gran cosa, los hay mucho mejores en Marruecos, esto que aquí se encuentra no
viene a cuento de los dátiles, es demasiado.
Dicen que al atardecer la belleza de Palmira
aumenta. Eso es como todo en el desierto a esa hora, su hora mágica. Esperaré
en un alto y luego regresaré a la luz de una luna que ya ha salido y es casi
llena. Cuando vuelva a casa y estudie lo que sobre aquí dicen los libros me
arrepentiré de no haber venido mejor preparado para así poder ver más y mejor.
También me sabe mal ahora el haber olvidado lo ya leído y lo ya escuchado, qué
lástima. Por ejemplo por el papel encontrado sé que algunas de las
torres-tumbas albergaron miembros de la misma familia durante doscientos años,
me parece muy interesante, así se me habrán escapado tantas cosas.
Para qué leer y leer si se
acaba olvidándolo todo, para qué viajar si se acaba regresando, para qué vivir
si se acaba muriendo ¿Por el presente? Sí, eso debe ser, por el presente ¿Por qué
necesitamos siempre una justificación?
Ya olvidaremos, ya regresaremos, ya moriremos.
Ahora (esa debe de ser la palabra clave) tengo en cambio lo más importante,
estar aquí, ver estos lugares en persona, sentir lo que ellos emanan, seguir en
movimiento.
Sólo el
movimiento es eterno.- recita el nobel Mahfuz.
Los días viajando se independizan los unos de
los otros en el recuerdo, cada uno adquiere personalidad propia y queda grabado
a fuego en la memoria, uno es capaz de recordar años después con un detalle
vívido lo sucedido. Justo lo contrario de los días de rutina y trabajo, los
cuales se me emborronan quedándose anónimos y anodinos. Soy capaz de recordar
cada uno de los días de un viaje hecho hace tres años, pero soy incapaz de
recordar lo que sucedió un día en concreto de hace tres semanas. Para mí,
viajar es como vivir más y mejor, es una manera de luchar contra el olvido,
porque la vida no viajera, en mi caso, padece de una especie de Alzhéimer no
diagnosticado.
Así, mis días en Palmira no los olvidaré.
De momento.
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