Si llevas media vida por Marruecos pero aún no pasaste a Mauritania, ésta se convierte en el más allá, en lo que hay tras la línea de tu horizonte, en lo desconocido. No puedo evitar ser succionado por ello...ver la luz blanca al final del túnel...
Así que esta vez, con la ayuda de un par aviones, me salto Marruecos y cuando aterriza el último supositorio con ventanitas ya estoy en Dakhla, la antigua Villacisneros.
Bajo del avión y voy andando hasta el centro –obviamente no está muy lejos- Un petite taxi cuesta 6 dh. Medio euro. No es que no quiera pagar es que quiero darme el gustazo de ir de un aeropuerto al centro andando.
Es 31 de agosto, empiezo a recorrer hoteles empezando
por el Hotel Sahara, alrededor de éste hay unos cuantos, todos
completos. Como veo que no hay una sola habitación libre me acerco a dos
jóvenes –saharauis-; empezamos a hablar, les comento lo de los hoteles y
acabo durmiendo en su casa, antes damos una vuelta por Dakhla y
cenamos arroz con camello, paseamos por la Cornise, la Iglesia española, el jardín
español, el cine español y el instituto español.
Al día siguiente debo coger un petite taxi hasta donde me espera el gran taxi mauritano. Ya en las afueras de Dakhla no me quedan ya dirham sueltos, y el del gran taxi paga parte de la carrera al del petite.
Me tratan bien, me hablan bastante en español, pero el conductor
del taxi mauritano cumple con el tópico y ya se le nota bastante menos
zalamero que los que viven a este lado de la frontera. Este rasgo de
carácter mauritano se mantendrá en casi toda la gente que conozco a
partir de este día en mi viaje, yo he encontrado a los mauritanos, en
rasgos generales claro, amables, agradables y en un principio, serios.
Tardamos unas horas en llegar a la frontera, no sé exactamente en cuantas; en una hora más cruzamos el puesto marroquí y empezamos a cruzar la tierra de nadie.
Tardamos unas horas en llegar a la frontera, no sé exactamente en cuantas; en una hora más cruzamos el puesto marroquí y empezamos a cruzar la tierra de nadie.
Este trozo ya ha sido tan explicado en tantas crónicas que lo omito, me referiré solo a los aspectos más prácticos,
nada más empezar la tierra de nadie ya hay alguien ofreciendo cambio a
ugiyas, recomiendo pasar de ellos, ofrecen 300 ugiyas por euro cuando el
cambio llega a veces hasta las 390 ugiyas por euro, dependiendo de la
cantidad y del tipo de billetes a cambiar (como es normal les encanta los
grandes). Cuando me quieren cambiar a un precio inferior al normal, el
taxista no mueve una pestaña, y cuando yo digo que no, toda esta gente
no insiste y no se comportan en modo alguno desagradable.
Seguimos
adelante, llegamos a la frontera mauritana, me dan visado para 3 días,
les lloro un poquito diciéndoles que no pensaba ir hasta Nouackchott,
que me lo amplíen, que yo sabía que aquí hacían visados para más días,
que no me importa pagar algo más…No hay nada que hacer, me dicen que
hace tiempo daban más días pero que ahora debo ir a Nouackchott.
Meto mi pasaporte en mi bolsillo y caigo en
manos de “Arturito”, él mismo se presenta así, al parecer es popular entre los transaharianos, me hace sentarme y me dice que todo está bien
y que me tranquilice.
De verdad estaba tranquilo y bastó que me dijera
esto para estarlo ya algo menos, bien vamos a ver, qué quería?
Cambiar, venga le cambio 50 euros a 360 ugiyas el euro, qué más? Qué a
donde duermo en Nouadibhu, qué en el Abba, ah vale que me tome nota de
su teléfono y del de un pariente suyo en Nouadibhú, que para lo que haga
falta, que muchas gracias y hasta luego.
Antes de partir de la frontera
otro cambista me dice mientras apunta su dedo hacia arriba, que el cielo me castigará por no haberle cambiado
a él, lagarto, lagarto, cómo está el patio, le sonrío y le digo que no
le puedo cambiar a todo el mundo.
El taxi arranca mientras pienso que dios debe estar ocupado en asuntos más serios y que en todo caso no parece que fije su mirada demasiado sobre esta cagada de frontera.
Llegamos a Nouadibhú, me dejan en el Camping Abba, por desgracia no lo encuentro tan nuevo como alguien había descrito en internet.
El taxi arranca mientras pienso que dios debe estar ocupado en asuntos más serios y que en todo caso no parece que fije su mirada demasiado sobre esta cagada de frontera.
Llegamos a Nouadibhú, me dejan en el Camping Abba, por desgracia no lo encuentro tan nuevo como alguien había descrito en internet.
Este
camping cobra al viajero solitario 3200 ugiyas por habitación. Por todas
se paga lo mismo pero no todas son iguales, la más chunga está al
entrar al “garaje” a la derecha, creo que es la 1, ésta se la deben de
dar a los nuevos, a los que no conocen, en este caso me tocó a mí. Después están las que yo llamo de “segunda categoría” que son el resto
de habitaciones que están en torno a la “sala de reuniones”, aquí me
alojé en mis siguientes veces. Y por último hay alguna “vip” reservada
para los veteranos que están aparte de todas ellas y son más grandes y
tranquilas.
En general los alojamientos no están mal, alguna cucarachita
y algunas moscas que se te posan en los labios en cuanto amanece y que
se evitan o tapándose uno con el turbante o liquidándolas la noche
anterior –son más rápidas que las ibéricas y más difíciles de matar-
También hay casi una permanente banda sonora de pitidos de coches,
piii-pii-piii, así todo el rato, día y noche, ya que cualquier coche es un taxi en
este lugar y se anuncian a los viandantes dando pitiditos.
Los chavales
del albergue son simpáticos y nada entrometidos.
Y nada más que contar del Abba.
Ya estoy en Mauritania.
Viajar es victoria.
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