El taxi colectivo llega a Nouakchott, capital de Mauritania,
me bajo a las puertas de un albergue que ya conocía de un anterior viaje, lo regenta una francesa alta y con aspecto de aventurera:
- Hola Isabelle, ¿te acuerdas de mí?
- Pues no, y tú de mí tampoco pues yo no soy Isabelle…-sonríe
divertida- Isabelle está pasando unos días en la playa y de momento me encargo
yo del albergue, me llamo Nadia -me explica-.
- Vaya perdona Nadia, es que todas las blancas me parecéis
iguales.
En Nouakchott por
medio de un contacto de un foro encontré un alemán cansado de conducir su
camioneta y que me dijo que me llevaría a Sant Louis a cambio de ayudarle a
conducir. Dos días después estaríamos en marcha.
Mientras tanto
resulta que voy andando por una calle cualquiera de la capital mauritana y me
encuentro a un amigo mejicano.
Me sorprendo tanto
como él.
D. mi amigo mexicano,
lleva medio año en Mauritania, nos habíamos conocido en septiembre en Nouadibhou,
nos habíamos llevado bien y nos habíamos contado bastantes cosas.
Cuando lo conocí, me
dijo que se iba al día siguiente del país, de eso hacía seis meses. Ahora a
finales de enero, él seguía en Mauritania. Había creado una empresa y había
tratado de hacer los más diversos negocios. Estaba ya cansado de Mauritania, no
había ganado plata con nada si bien decía que tampoco la había perdido, ahora
andaba por la capital peleando con una mujer de la embajada de Senegal que le
ponía problemas con el visado que su pasaporte mejicano necesitaba para entrar
al país.
D. se apasionaba casi
con cualquier tema del que hablase con su fuerte acento meridense, y si bien su
familia estaba re-mezclada el había sacado los genes más indígenas, cuando se
le mira da la sensación de estar hablando con un maya de hace quinientos años,
joven y bien parecido:
-Viste tú que ya
decidí marcharme de la pinche Mauritania, loco, aquí son todos unos putos para
los negosios, ahora quiero rentar un departamento en Senegal y organisar mis fiestesitas
y mis reventones, descansar un poco uey.
Me cuenta sus
peripecias por Mauritania, últimamente ligadas más al romance y a las
experiencias dentro del mundo femenino que al de los negocios.
-Yo creía -le digo-
que aquí no era muy fácil este tipo de cosas.
- Te equivocas compadre, he tenido mis noviesitas, algunas
bien relindas…
Y a continuación pasa
a relatarme en un pequeño repaso de sus novias más destacadas algunos detalles
que omitiré pues deseo que este relato sea para todos los públicos, lo siento
por los posibles lectores más morbosos.
Sin dudar de las
palabras de mi amigo, pero incluso contando con el dicho de que los hombres en
estas cosas comen una y cuentan cien, al escucharlas, teniendo en cuenta mi
creencia de su no existencia en la República Islámica
de Mauritania, pienso que, como siempre, peco de ingenuo y de ignorante. Lo de
ignorante no me duele, no es del todo mi culpa y tiene arreglo, pero lo de
ingenuo si que me pica, uno ya va llevando sus kilómetros como para ser un poco
más espabilado.
-Oye Manuel –me
dice- mira lo último que me pasó con la chingada de la embajada senegalesa, ahí
ando a la guerra con una mujer que es la que me tiene que hacer el visado, ella
era una ogro, todos los días me trató a patadas, como a una basura, pidiéndome
más y más papeles, y hoy fui y la muy chingada de su madre era toda amable, se
derretía viste, y ya no había más problema con el visado, y la pinche pendeja
me habló hasta de ir juntos al Senegal, que si me podría enseñar aquello…
Este caso de
bipolaridad africana lo encontré más adelante, sobre todo entre destacamentos
oficiales y cuerpos del estado. No es difícil que surjan buenos ejemplos,
depende de lo que recuerde, en Mauritania y en todo el resto del viaje no
escribí ni una sola línea, ni una sola nota, no era mi intención pero ocurrió.
Pondré en funcionamiento mis desgastadas neuronas de memoria de pez.
Aunque ya está
atardeciendo hace calor y una neblina formada de polvo en suspensión deja que
se filtren los últimos y potentes rayos de sol.
El
tan nombrado sol africano que te está recordando a cualquier hora del día donde
te encuentras. Su contundencia golpea achicharrando el
antebrazo, dejando la nariz como un tomate o haciendo que un cuchitril
mugriento donde bebes cocacolas calientes se convierta en tu Shangrilá, en el paraíso soñado. Son sus
nomeolvides.
Ahí estoy sentado con
mi amigo mejicano en una mesa situada en la calle cerca de la puerta de nuestro
albergue. Dejamos pasar mis últimas horas en la capital mauritana, ya he
quedado con W. el alemán, a la mañana siguiente a las seis en punto, para
partir hacia Senegal. Mi amigo me comenta lo ya dicho antes sobre su intensa
vida amorosa y lo fácil que le resulta Mauritania en estas cosas, levanta la
vista y decide hacerme una demostración práctica, en ese momento pasan dos
chicas negras, lindas y muy apretadas en sus vaqueros y camisetas ajustadas. Las
saluda con la mano, no me deja opción a réplica, ellas sonríen, en un instante
las tenemos sentadas en nuestra mesa.
Que no se mal interprete
este hecho, no es de noche ni estamos en una calle especialmente comprometida,
y estas dos chicas eran las primeras que pasaban por allí.
Se llaman, pongamos
por caso, Zaynibab y Mariam, hablan un francés tan malo como el nuestro.
Zaynibab lleva un sujetador
de bastantes tallas menor de la que necesitan sus arrogantes pechos, y una
camiseta blanca tan ajustada que evidencia este desbarajuste interior en toda
su exuberancia, sus vaqueros también muestran unas curvas trepidantes. Ha sido
la primera en sentarse y la que más morro le echa. Su amiga Mariam, es menos
exuberante, y bastante más tímida aunque no menos guapa. Son muy simpáticas
pero me parecen muy jóvenes, no creo que lleguen ni a los veinte años, se lo
comento a D.
-Oye, ahora que están
aquí cerca, no piensas que te pasaste de jovencitas pinche cabrón…
-No pasa nada wey,
cuando terminen de merendar que se vayan y ya está.
Nosotros les damos cháchara un rato más, y
ellas nos sacan unos sándwiches y unas patatas fritas.
Cuando Zaynibab decide
tantear, me basta con decirle justo lo que mi amigo me ha dicho que no debe
decirse nunca en estos casos:
-Estoy casado.
-¿Y cuanto tiempo vas a estar por aquí?
- Me voy mañana al amanecer.
Mezcla letal.
Enseguida pierde
interés en mí.
Ah, pues no soy tan irresistible.
Mi amigo decide no
seguir el mismo camino con la otra chica y se dan el teléfono y una promesa de
cita para el día siguiente.
Después nos vamos a
tomar algo a un tugurio bastante sórdido aunque aseado regentado por un
español.
D. quería
mostrármelo, me explica toda la movida que por allí se cuece, dice que hay
algunas chicas que dicen ser estudiantes y que los fines de semana se pasan por
allí a buscarse la vida.
Lo de siempre.
No juzgo, yo no soy
el Papa.
El garito es muy frecuentado
por españoles y demás extranjeros. Habla de fiestas descomunales en unos
apartamentos cercanos. Salimos de allí tan solos como habíamos entrado.
-Ya te dije- le
comento a mi amigo- que ya no soy el ideal como compañero de parranda.
-No pasa nada
compadre, me alegro mucho de haberte encontrado, estoy cansado de reventones y
en cambio hase mucho que no hablaba a gusto en español.
Nos vamos a cenar a
un garito cercano a la mezquita saudí, nos quedamos platicando hasta las
tantas, mientras multitud de coches recorren las calles pitando y llenos de
jóvenes con banderas berreando el triunfo de Argelia en una eliminatoria de la Africa ´s Cup.
Pero,¿no estamos en
Mauritania?
2 comentarios:
Me ha encantado la historia.
Gracias Emilio por decirlo, a mí también me encantó escribirla, me alegro que te guste, un abrazo
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