Llegué al albergue juvenil de Túnez capital animado por la experiencia del de Djerba, y aunque el hostal es realmente singular y bello, y su personal es muy amable y simpático, me encontré nada más entrar con un cartel de unas doce normas a seguir.
Del tipo:
Toma libertad…
-Prohibido utilizar las duchas fuera de horario: de
siete y media a ocho y media.
Muy bien, si vienes de viaje, llegas por la
tarde-noche y llevas mugre encima de 800 kms, te aguantas, hasta mañana.
-Eres amigablemente invitado a que pagues tu estancia
por adelantado.
Y qué viva la confianza
-Por favor no mover los muebles
¿? Yo no pensaba en cambiar
los muebles…
-Prohibido lavar la ropa.
Y así no hará falta una
percha porque se mantendrá sola
de pie.
-Prohibido traer invitados al hostal.
Nada de fiestas con los amiguetes
y de follar ya ni hablamos…
-Utiliza nuestro transfer para el aeropuerto.
A un precio desorbitado comparado con el del
taxi, que todo hay que decirlo, fue un empleado el que me informó de esto.
-Te guardamos tu equipaje.
Pagando claro.
-Internet.
Carísimo, ¿tendré cara de
gilipollas?
-Etc.etc.etc.
He aquí el claro ejemplo de hostal quemado.
Demasiada gente pasamos por allí.
Por sino fuera suficiente con este cartel de
bienvenida, estas órdenes y otras más se encuentran estratégicamente
distribuidas por pasillos, baños y habitaciones.
Sus mensajes por todas partes me hacen recordar
al mundo feliz de Huxley.
Consigo una cama en una comunitaria por unos
siete euros.
Lástima que llevara un verraco incluido.
Un verraco es alguien que fácilmente lo
reconoceréis pues abunda en los
ecosistemas de las habitaciones mochileras.
Un verraco carece totalmente de escrúpulos y
empatía.
Hace todo el ruido del mundo, enciende la luz
cuando ya hay gente durmiendo, entra varias veces tropezando con todo, se tira
pedos, se queda dormido enseguida y ronca como una mala bestia, como un jabalí.
Y lo sabe.
Sabe que su nivel de ronquido es intolerable y
debería aparecer como primera regla en el tablón de recepción:
-Prohibido roncar como un energúmeno.
Pero se la pela.
Le da lo mismo
En vez de buscarse una habitación individual
en cualquier hotel barato viene aquí a jodernos a todos.
Yo suelo darles caña, sin importarme su
nacionalidad.
Los chasquidos antirronquidos atraviesan la
noche haciendo que el verraco sepa que hay alguien… vigilándolo…al acecho… y la
paz vuelve, como mínimo de manera momentánea, a la penumbra del espacio
comunitario.
2 comentarios:
Jajaja, en mi emocionante vida de Cenicienta un día se me ocurrió coger una habitación compartida, que aquí en trumanshow todo el mundo me decía que estaba loca, y no tuve ningún problema, al contrario, me atreví a hablar con un desconocido y resultó ser majete y todo. Si supieran que hice courchsourfing...
claro que si Judith, con un par!!
cuantaselo a los del trumanshow, que se vayan enterando quien eres!!
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