¿Recordáis cuando en la peli
Lawrence de Arabia consigue llegar al mar después de las batallas, y pasea a
caballo por su orilla teniendo a sus espaldas una ciudad blanca en llamas?
Pues es Aqaba. Cualquier parecido con la Aqaba de hoy en día es pura
coincidencia. Natural, si tenemos en cuenta que la Aqaba de la peli fue simulada en Almería.
La Aqaba actual es una ciudad marítima populosa con una avenida costera llena de resortes turísticos de lujo pegada a una activa población árabe. Bancos y casas de cambio, centros comerciales, mezquitas, restaurantes baratos, algún zoco, un barrio con casas de masajes chinos de farolillos rojos y final feliz, turistas, árabes saudíes, alguna avenida arbolada, tráfico intenso…
La Aqaba actual es una ciudad marítima populosa con una avenida costera llena de resortes turísticos de lujo pegada a una activa población árabe. Bancos y casas de cambio, centros comerciales, mezquitas, restaurantes baratos, algún zoco, un barrio con casas de masajes chinos de farolillos rojos y final feliz, turistas, árabes saudíes, alguna avenida arbolada, tráfico intenso…
Tengo todo un día pues llego de buena mañana y
no zarpo hasta la noche, desayuno en un turco, paseo por los grandes hoteles
buscando una salida al mar, no la hay, localizo una pequeña playa en el centro,
la chavalería se tira desde un embarcadero al mar haciendo piruetas, los
barquitos dan paseos a los turistas, las chicas se bañan vestidas junto a sus
novios en bañador, alquilan esterillas a la sombra de las palmeras, familias
enteras almuerzan junto a la playa, adolescentes en plena edad del pavo
abarrotan los restaurantes.
Cuando paseo por unas ruinas buscando una
sombra tranquila para descansar me llaman dos hombres sentados junto a unas
huertas, parecen agricultores, uno lleva turbante, el otro no, les saludo y me
hago el loco pues quiero tumbarme a la sombra y dormir. Insisten. Me acerco y
empezamos a hablar, en un momento dado el del turbante me ofrece un aguardiente
transparente, le digo que no bebo, seguimos hablando, el que no lleva turbante
me cae bien, parece simpático. Al rato se levanta y colocándose detrás del otro
y sin que éste lo vea me hace señas para que me marche. Lo entiendo enseguida.
Dejo pasar unos instantes para que no se note. Me levanto, me despido y me voy.
El borracho quiere que me quede pero no le doy opción, cuando paso por al lado
del honrado le doy las gracias en voz baja y me alejo de allí.
En un banco de un parque me echo una siesta.
En un banco de un parque me echo una siesta.
Por la noche un taxi me lleva al puerto a toda velocidad atravesando largas avenidas iluminadas por farolas naranjas. El coche es un modelo japonés y se le oiría silbar su motor a todo trapo si no fuera por el volumen de la música puesta a tope, el conductor es un hombre joven con ganas de charla.
Nos gritamos para poder escucharnos por encima
de la música tecno. Al parecer no hay autobús a estas horas aunque el puerto
está atestado de egipcios camino de su país, pues el único ferry operativo
siempre sale de noche. A qué hora no está muy claro, pero vamos que salir,
sale. Cuesta sesenta dólares americanos, y navega por el Mar Rojo toda la noche
para arribar de buena mañana al puerto egipcio de Nuweiba, situado en el
noreste de la península del Sinaí.
El puerto de Nuweiba cumple con las expectativas que uno espera de un puerto africano pero en plan light. Desembarcamos en manada, la gente se apelotona, se empuja, grita y cuando llega el momento de la liberación corre mezclándose con la muchedumbre que ya estaba en el puerto, las mercancías se amontonan a su vez mientras la policía hace como que hace su trabajo. Los trámites no son muy complicados, lo difícil es saber dónde realizar cada uno, no hay ni un cartel, aún así salgo más o menos rápido del recinto portuario sin ningún problema.
Quiero ir a Dahab pero nadie sabe si hoy habrá
autobús. Se me presenta un chico joven regordete vestido de blanco y con
turbante del mismo color, es taxista, se me define como un auténtico beduino
del desierto, me puede llevar a Dahab. Cuando alguien se me presenta como un
auténtico lo que sea, ya me hace dudar. Regateamos y no me convence, me dice
que busque más clientes para que me salga más barato.
Veo a unos japoneses que habían dormido en una escalera del barco cerca de mí, les explico el tema, me atienden desconfiados, les digo que voy viajando como ellos, se dicen algo en japonés tipo este tío flipa, les enseño el pasaporte para que vean que soy español, llevo la tapa borrada, mierda, los mando al cuerno, en español, eso sí, para que no me entiendan.
Veo a unos japoneses que habían dormido en una escalera del barco cerca de mí, les explico el tema, me atienden desconfiados, les digo que voy viajando como ellos, se dicen algo en japonés tipo este tío flipa, les enseño el pasaporte para que vean que soy español, llevo la tapa borrada, mierda, los mando al cuerno, en español, eso sí, para que no me entiendan.
A los diez minutos vienen a buscarme para
decirme que de acuerdo, regateamos de nuevo con el auténtico beduino del
desierto, en un par de horas llegamos a Dahab.
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