En Gabés tengo que encontrar otra furgoneta
que vaya a Houm Soukt en la isla de Djerba.
En la estación de taxis me pasan cosas en
pocos minutos que no hacen sino reafirmar mi creencia
sobre la amabilidad tunecina -y que reflejan mi torpeza-.
sobre la amabilidad tunecina -y que reflejan mi torpeza-.
Ejemplo de amabilidad 1. El taxi es colectivo y he de esperar que se
llene, por lo que me voy a comer un bocadillo de huevo frito picante a un
garito próximo. Me lo acaban de servir cuando el chofer viene para decirme que
nos vamos pero como ve que voy a comerme el bocata, me dice que me esperan a
que me lo termine. Y ahí estuvieron, chófer y diez personas más esperándome…y
sin poner mala cara.
Ejemplo de amabilidad 2. Cuando estoy cargando el equipaje cometo la
torpeza de tirar un café al chico que vende los billetes. Me disculpo, me
ofrezco a pagarle otro, no acepta, insisto, insiste, sonríe, me hace sentir bien.
Ejemplo de amabilidad 3. En el momento de subir a la furgoneta un chico
ha bajado para avisarme de que ya nos íbamos. Creo que he subido sin querer en
su plaza, relegándolo a él al corral. Me doy cuenta de todo ello más tarde
pensando en cómo me podía haber tocado el asiento más codiciado del taxi si he
sido el último en subir. El chico, tal vez porque ha visto que soy extranjero
no ha querido decirme nada. Él queda relegado al corral de la furgo.
A veces uno encuentra lo excepcional, el
albergue juvenil de Houm Soukt en la isla de Djerba es el más bonito que he
visto en mi vida.
En un caravasar – antigua parada y fonda de
caravanas de camellos- ubicado en el casco viejo de la capital de la isla.
Barato, acondicionado pero sin moderneces ni
pijerías innecesarias ni superfluas. Una gran edificación con habitaciones en
torno a un patio central arbolado, encalado todo en blanco y azul, camas
espartanas que son colchones encima de bancadas hechas en piedra, con
tragaluces incrustados en vastos muros, encanto y armonía oriental en estado
puro, sin haber sido a propósito buscada, sino como resultado de lo que no
podía haber sido otra cosa ni de otra manera, directamente importada de tiempos
pasados.
Menos de tres euros por noche es su precio. Desayuno
incluido.
Menos de noventa euros al mes si alguien
decidiese quedarse ese tiempo sin negociar.
Mientras estoy allí sólo hay ocupadas dos habitaciones
más. Una la ocupa un árabe, y la otra dos chicas europeas, que no derrochan
simpatía.
No sé, ahora que ya ha pasado tiempo, si es
que eran realmente antipáticas o yo me voy volviendo invisible.
Me temo que es más esto último, en es caso,
ellas no son culpables de nada.
Theroux dice algo así como que viajar siendo
un viajero maduro otorga la ventaja de la invisibilidad; puede que incluso
tenga razón, pero impacta las primeras veces que se toma conciencia de ello.
Porque, lo de siempre, uno es el mismo tipo de toda la puñetera vida, y encima,
por si fuera poco, como el trueno que precede a la tormenta, como si no fuese
suficiente envejecer, uno va y se muere. Siempre.
¿Dónde coño está la justicia?
Todo empezó aquel día en que una irreverente deslenguada tuvo la osadía de llamarme de usted.
Además, os digo una cosa, veinteañeras mochileras norte europeas que ya no me hacéis
ni puto caso: suerte en el camino, seguid así, no desfallezcáis, no importa que
narices estéis haciendo aquí, lo importante es que estáis aquí, en este patio
perfumado de un Túnez insular, como los pajaritos que dejan que el invierno
sacuda el norte mientras permanecen arrebolados en un jardín del sur.
Yo creo que deberían recetarlo los médicos, no
importa ya la edad:
- Mire, tómese este
antibiótico durante las dos semanas que se va a pasar en una playa senegalesa.
- Verá doctor, no puedo, no
tengo un clavo…
- No se preocupe, lo paga
todo la seguridad social, para el gobierno su salud es lo primero.
Permaneced despiertas, conscientes.
Las fuerzas malignas acechan conduciendo al
sedentarismo.
Príncipes azules que son morados, relojes
biológicos que se activan, tic tac, tic tac,
un laberinto que os vierte al mundo de los despertadores y las reglas,
consejos de administración de mentes perversas que os meterán una hipoteca por
cualquier orificio que dejéis a su alcance, la televisión, los sofás…
Pero en vez de decirles nada de esto –menudo rollo-,
les suelto un escueto bye y me voy dispuesto a que me la claven en un
restaurante cualquiera.
2 comentarios:
Lo de la amabilidad no hace más que autoconvencerme de que hay un montón de gente, pues eso, amable ahí fuera. En tunez no he estado nunca, aún. Lo de lo antipáticos que pueden ser por el norte de Europa lo tengo comprobado. Esas dos debían ser anitipáticas porque iban acompañadas, ir sola o solo no tiene nada que ver ni de cerca. Lo del hotel este, me tienes que decir donde está que por 90 euros abandono todo y me voy un mes ahí. No me provequeeeees!!!! jajajaja
jaja en realidad si negocias es aún menos de 90 euros...
qué, haciendo amigos entre los nordeuropeos...nooo esas chicas no eran simpáticas porque yo era invisible para ellas, como un abuelete,...no sé puede ser simpático con alguien que ni ves
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