Los gritos de los manifestantes que desde
diferentes partes de la capital se van acercando a la avda. Burguiba me
despiertan cuando el sol está ya muy alto.
Me uno a ellos, acabo en medio de la avenida
mientras la multitud, muchos de ellos con caretas con la foto de uno de los líderes de la
oposición, Obleïd, recientemente asesinado.
Grita y jadea consignas en árabe.
Grita y jadea consignas en árabe.
Sólo entiendo una que debe decir
algo así como todos somos OBleïd.
“El flautista muere pero sus dedos siguen
tocando” –Naguib Mahfuz.
Mientras estoy en medio de los tumultos sufro
un intento de robo de cartera justo cuando más rodeado de gente estoy.
Si se queda sólo en un intento es porque al
granuja le tiembla escandalosamente la mano, tanto, que lo que yo noto es el
temblor de su mano pegada al bolsillo de mi chaqueta, en la otra lleva una
bolsa de plástico negro para tapar la sustracción.
Inmediatamente me llevo mi
mano a mi cartera, el ladrón baja su mano y pasa de largo.
Pegada a él una
mujer con pañuelo de tigre que es la que imagino recoge rápido el botín y desaparece.
En mi perplejidad me dan ganas de darle una
colleja al hombre que ya se aleja. Pobre.
- Mira cariño, este señor de
la gorra negra le intentó quitar la cartera al papá cuando estuvo en Túnez.
Mientras imagino esta escena resuena en mi
cabeza la famosa canción:
“me han dicho que con la artrosis de los nudillos,
se te resiste
más de un bolsillo,
que ya ni
cumples con la mujer,
me han dicho
que cada bolso es una odisea,
que una señora
en una pelea,
te ha puesto un
ojo a la virulé”
Mejor marcho a un lugar algo más despejado,
camino Bourguiba arriba hacia la
Medina.
Los policías llevan protecciones por todas
partes, nunca he visto ningún cuerpo de maderos que se pareciesen más a
Robocop, ellos y alambradas de espinos protegen la estatua de …Uno de ellos me
dice que aquí no grabe nada, le hago caso, me disculpo y me voy a comer un
bocadillo de atún y huevo con mucho picante en un garito atestado de gente en
las afueras de la medina.
Compro un cigarrillo pero como no tengo suelto
el vendedor me lo regala, me lo fumo mientras la recorro.
En la peculiar mezquita Zoteiun no dejan pasar
del patio a los no musulmanes.
Me parece
bien, incluso me resulta de alguna manera entrañable, que no prostituyan todos
los lugares al turismo, que aún queden lugares sagrados.
Además las mezquitas son entre otras cosas para
rezar y esta está seriamente expuesta a las inclemencias del turismo masivo por
donde se halla ubicada.
Hay una tercera variante que no pasa por la
prohibición ni por la permisividad y que para mí es la peor de todas, es la del
cobrar una entrada. Como en muchas de nuestras catedrales. Una auténtica
cagada. Más tarde, y ya fuera de la medina fumo un narguile en un cafetín
mientras por la tele echan el Getafe-Bilbao, la parroquia parece realmente
interesada en este partido.
Me gusta observarlos a través del humo.
Tienen aspecto de tipos duros, bregaos.
A estas horas, después de la
penúltima oración del día, todo el mundo, especialmente los hombres, atestan
cafés y bares en cuyo interior se bebe cerveza a mansalva y sin el más mínimo
disimulo, bandera de supuesta occidentalización, junto a su legal barrio de
luces rojas en cada medina de cada gran ciudad.
Sí, como en Amsterdam.
Camino por la Rue de España convertida durante el día en
alargado mercado callejero, voy buscando la estación y le pregunto a un
vendedor por la plaza Barcelona,:
-Barcelona, eso está en
España.
Reímos.
-Mira, gira por allí a la
izquierda y después todo recto.
Doy las gracias y me despido,
en árabe.
-Oye, espera, ¿eres musulmán?
No les digo ni sí ni no, mi respuesta
es el principio de la Sahada.
Está junto a un amigo, los dos la terminan al unísono. Están
encantados, me dan la mano efusivamente.
En Túnez, como en otros lugares, al balbucear
algo parecido al árabe se creen que soy turco.
Ni se plantean la eventualidad de que un europeo
pueda ni tan siquiera saber un poco de árabe.
De hecho somos líderes mundiales en enseñar
nuestro propio idioma allí donde hemos ido.
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