TRANSAHAREANDO, ROSSO SENEGAL




Para cruzar de Mauritania a Senegal por este lado tenemos dos posibles opciones de frontera, una por Diama, y la otra por Rosso.
 Diama, es más sencilla y fácil pero hay que hacer un rodeo de unos cientos de kilómetros por pista.
 Rosso es más directa pero varios factores juegan en su contra.
Es una frontera con un gran y ancho río en medio. Hay un Rosso en Mauritania, después hay que coger un ferry para cruzar el río Senegal, y desembarcar en la otra orilla ya en el Rosso senegalés. Esto se dice rápido y sencillo pero no lo es. Había oído echar pestes sobre esta frontera, que si era de las más difíciles de África Occidental, que era un agobio, los buscavidas se contaban por centenares, y entre ellos y la policía te sacaban hasta la camisa.
 Imagino que hay diferentes viajeros con diferentes actitudes que agravan o aligeran esta situación.
También pienso en la suerte, seguro que el mismo tipo que la cruza muchas veces con la misma actitud unas veces le va mejor y otras peor. A mí no me fue del todo mal, pero es que yo iba con mi amigo alemán que es un viejo zorro de toda esta parte de África y conoce a casi todo el mundo.
 Y además me conciencié a base de bien sobre la pesadez de esta frontera y sobre las horas que iba a tardar en cruzarla, me mentalicé como para una batalla en la que en ningún momento debería perder la calma.
 Como siempre no fue tanto como me habían dicho.


Lo primero que hicimos fue llamar por móvil a un transitario que conocía bien W para que nos esperara en un punto determinado, antes de todo el mogollón.
 Un transitario es un señor que ayuda a cruzar la frontera a vehículos y mercancías. Cobrando, por supuesto. En las fronteras más abrumadoras, como ésta, sale barato. El nuestro se llama Abdelmin. W, está muy contento con él porque dice que es muy honesto.
 Este señor se gana así la vida y cuántos más seamos los tubabs –a partir de aquí a los blancos se nos llama tubabs- que usemos sus servicios pues mejor para él, por lo que quiere promoción.
  W, el alemán, -esto que voy a contar es “muy africano”-, cuando lo recomienda a alguien siempre envía también su foto, porque si se llega a Rosso preguntando a alguien si es Abdelmin, el aludido, sea quién sea, va a contestar que sí. Seguro.
 Cualquiera de las decenas de chicos y hombres que se te abalanzan sobre el coche a la entrada del Rosso mauritano dirán que claro, cualquiera será Abdelmin.
 Abdelmin, Hassan o Perico el de los Palotes, todos están encantados de ser quién haga falta, con tal de conseguir un cliente.
 Esto ya contando con el hecho de que se había quedado con él en determinada esquina, pero cualquier esquina está atiborrada, por ello la foto y la comprobación de su cara para aquél que no lo conozca.
 Cuando llegamos al punto de encuentro, W fue fijándose bien entre la muchedumbre y localizamos a Abdelmin, el cual tuvo que apartar a codazos a todos los que se asomaban por nuestras ventanillas taponando las puertas de la furgoneta para poder entrar.
 Un transitario, además de arreglarte los papeles, te acelera el paso por la aduana, o al menos lo intenta, y te quita de encima, con su sola presencia, bastantes de los otros buscavidas, no todos.
 Los que no, junto a un montón de vendedores y pedigüeños, se siguen agolpando en las ventanillas de la camioneta. Son pesados pero no agresivos, yo intento mantener la actitud de W. la cual es de absoluta y relajada tranquilidad.
 Llegamos al portón de entrada al puerto fluvial, lo abren para nosotros, entramos y adelantamos a la larga fila de coches y camiones que están esperando el ferry. Pasamos los primeros.
 No sé si porque llevamos transitario y éste tiene “mano”, o porque somos blancos, o por nuestra cara bonita, pero vamos a ser los primeros para embarcar.
 Aquí W. y Abdelmin bajan de la camioneta para realizar una serie de gestiones. Yo me quedo en el vehículo, una de las razones principales por las que W. buscaba un conductor era para además de conducir, poder dejar a alguien en el vehículo en las fronteras, decía que el no tener que preocuparse por la camioneta le relajaba mucho.
 Estoy en el puerto de Rosso, a escasos metros del agua de un río ancho, caudaloso, enorme.
 El río Senegal.
 Un río africano, soñado.


La otra orilla está allá lejos. El sol reverbera en la superficie del río multiplicando sus efectos, suavizados por una fresca brisa que sabe a gloria. A mi alrededor el bullicio de algo que además de puerto es frontera. Vendedores, de las más variadas cosas, mendigos, entre ellos bastantes niños, algún buscavidas más pero dentro del puerto ya escasean, gente esperando el ferry, camioneros, casi todos marroquíes, muy curtidos en el arte de la paciencia, emigrantes que retornaban por carretera y que al ver mi cara de español me hablan directamente en este idioma. Policías y militares, con aspecto de haber provocado varias matanzas, los cuales al quedarte un rato mirándolos pierden toda la fiereza que aparentan pues se les ve un trato más o menos cordial con la gente, basado en el negocio imagino, pero es que aquí todo estaba basado en los negocios.
 Nadie está en la frontera de Rosso para pasar un día de placer o asueto.
 Decenas y decenas de personas se arrimaban a la orilla para pactar un precio para poder cruzar en largos cayucos y así no tener que esperar el ferry.
 Decido comprarme unas gafas de sol, son varios los vendedores que se dedican en exclusiva a este artículo, espero a que se acerque uno. Le señalo unas gafas, me pide 10000 cefas, como ve que me entra la risa, me baja a 2000 cefas, le hago una oferta de 1000 cfas. Está de acuerdo. Doy el cambio para quien no lo sepa 1 euro, 650 cfas. Se acabó el padecer entornando los ojos doblegados al sol.
 Se tarda un buen rato, pues no solo hay que esperar el próximo ferry, es que además hay que hacer diversos trámites; sellar los pasaportes, pero también hay que hacer papeles nuevos para el coche, esto se llama “passavant” y tiene una duración determinada, además hay que hacerle un seguro nuevo al coche, que valga para todos los países de la zona.
 El cruce en ferry es muy bonito pues uno va sentado tranquilamente en el vehículo disfrutando del paisaje desde cubierta.
 La salida la hacemos muy rápida pues no debemos pasar por la aduana físicamente pues ya lo hace nuestro transitario con toda nuestra documentación. Lo esperamos algo apartados ya del puerto, echados en un lado de la carretera en las afueras de Rosso. El calor aprieta al alejarnos del río. Abdelmin y nuestros papeles tardan tres horas y media en venir. No está mal para ir habituándome al país, pero si queremos ir a dormir a Thies no debemos entretenernos mucho más.
  Senegal, lo conseguí, ¡lo conseguí! ya estoy aquí.
 Arrancamos con nuestros papeles en orden y en menos de un kilómetro ya nos ha vuelto a parar la policía aduanera en su puesto de control en la salida de la población. Nos piden la documentación, dicen que el vehículo ha pasado como coche y debería estar apuntado en nuestros papeles como camión. De nada sirve decirle que no es de más de 3500 kilos. Imagino que si hubiera estado apuntado como camión hubiera dicho que tenía que ir como coche. W. se indigna y decide no pagar. Ponemos nuestros turbantes como parasol y comemos allí mismo dentro de la furgoneta.
 Pasa una hora pero no pasa nada.
 W. se cansa de esperar y llama a Abdelmin contándole nuestro problema. Éste se presenta un poco más tarde, va directo a hablar a la caseta de los policías, y en medio minuto aparece con nuestros papeles, diciendo que ya nos podemos marchar.
-¿Qué querían Abdelmin?
- Dinero. 

2 comentarios:

ale de viajar cueste lo que cueste dijo...

gracias por compartir tu relato para personas como yo que desconoce ese gran continente africano, la verdad ese rio es enorme, impresiona parece un mar calmo, bueno sigue asi contandonos tus historias gracias ale de viajar cueste lo que cueste

Unknown dijo...

gracias ale, lo es y más teniendo en cuenta que en esta ruta a lo largo del desierto, durante miles de kilómetros, no se atraviesa ni el más pequeño curso de agua, que bonito el rio SENEGAL